Esta obra se estrenó en el año 2001, y fue la tesis de grado de estudiantes egresados de la carrera de actuación del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA). Un experimento, una prueba, que Daniel Veronese (conocido dramaturgo de la escena local) aceptó dirigir.
"Sabemos que Open House es una obra que no dejaremos de hacer nunca. No depende del público. Si el público no viene, la haremos igual. Nosotros sabemos y podemos soportar las pérdidas y el abandono. Si uno de nosotros decide irse de la obra, la obra continúa {...} En Open House no hay posibilidad de ser reemplazado, la propia obra se hace cargo de la pérdida". Con estas palabras una de las actrices recibe al público, un público impaciente y expectante. Porque la realidad es que desde que te sentás hasta que te levantás, no sabés lo que puede llegar a ocurrir. Ni con vos, ni con esos 7 actores en escena.
Una sensación de incertidumbre es lo que seguramente nos invadió a todos. Porque esta no es una obra convencional. Es un devenir de sensaciones. Son actores que nos cuentan a nosotros, el público, lo que sienten, sus angustias, sus historias y sus deseos para el futuro. Ellos están juntos, como un conglomerado de personas. Y a medida que uno de sus compañeros se va, ellos fortalecen sus lazos. Porque ante el abandono, se unen, y siguen, sin que nada importe. El guión no define la evolución de los personajes. Son ellos mismos los que se van relacionando e interactuando, como si fuese algo espontáneo. "Así, Open House irá desapareciendo de a poco, hasta que sólo queden las huellas de las palabras".
A la que le guste el teatro experimental, original, y despavilante, yo le diría que vaya a ver esta obra. Una joyita puesta en escena un día atípico (los lunes). Pero está bueno hacer cosas atípicas durante los días laborables, ¿no?
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